domingo, 8 de noviembre de 2009

Grandes Maestros: Manuel Rodríguez Pérez


Manolo fue premio naranja todas las veces que los residentes elegíamos al mejor adjunto de anestesia. Daba, y da, gusto estar con él en quirófano. Sabe crear buen ambiente en el trabajo, con los cirujanos, con las enfermeras y con todo el personal auxiliar de quirófano, por eso era, y es, respetado por todos.
Fue él quien me enseñó a intubar.
"Primero lo hago yo, tú lo ves, te lo estudias y el próximo día, en el paciente adecuado, lo haces tú."

El paciente adecuado vino al día siguiente. Preoxigenación (del paciente y mía pues me acuerdo que dí un buen suspiro al coger el laringo), comprobación de que todo está preparado: fuente de oxígeno, sistema de ventilación, mascarilla facial, laringo que funcione, distintos tamaños de tubo, guía metálica para el tubo, tubo de Guedel, pinzas de Magill, aspirador enchufado y funcionando, una enfermera cerca...
Comienza todo. Se administra medicación y se espera el tiempo prudencial a que todo haga su efecto.
Pentotal: paciente que cierra los ojos suavemente. Fentanest: respiraciones cada vez más profundas y más lentas, precisando apoyo respiratorio suave. Mioflex: la gran tormenta, el terremoto interno progresivo en oleadas. Gran silencio. Triple maniobra: hiperextensión de cuello, apertura de fauces, subluxación de mandíbula. Colocación adecuada de la cabeza del paciente con la mano derecha. Introducción de la pala del laringo con suavidad cerca de la comisura derecha del paciente, desplazamiento lateral de la lengua, y ahí está la epíglotis. Una ligera elevación de la mano, teniendo cuidado de no apoyarte en los dientes, en dirección hacia el techo como si fueras tirando de la punta de la lengua para arriba y, ¡por fin! ¡la laringe!.
Yo no sé cuanto tiempo estuve recreándome en la faena, estaba maravillado de lo bien que iba todo, pero, sacándome de las nubes, escuché a mi espalda una voz que me decía:
"Yo no sé si habrás encontrado algo interesante en la boca que merezca tanto la pena, déjame que le meta el tubo y tú, luego, sigues mirando el tiempo que quieras". "Es que el paciente se está poniendo algo azulillo", me dijo Manolo, sin perder la sonrisa, como excusa cuando giré mi cabeza para mirarlo.
Con esa paciencia en un adjunto, estando al lado tuyo en cada vuelo que haces, es muy fácil aprender a volar y disfrutar del vuelo.
Somos muchos los que hemos aprendido de Manolo. Hoy enseña técnicas locorregionales en un hospital de Cirugía de Alta Precoz. Se aprende anestesia, se aprende a gestionar bien un grupo de personas y se aprende humanidad. Un Gran Maestro.

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